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POPULISMO Y DEMAGOGIA

  • Jorge Ocaña
  • 21 mar 2020
  • 3 Min. de lectura

Los términos populismo y demagogia son habitualmente utilizados como sinónimos en la esfera del debate político para calificar peyorativamente argumentos rivales a quienes se pretende denostar. Se emplean tanto para catalogar argumentos parcialmente falsos; que mezclan elementos veraces con elementos falaces para dar lugar a una tergiversación o manipulación deliberada de la realidad, como para definir aquellos argumentos que son excesivamente simplistas, exageradamente buenistas, y/o extremadamente correctos (políticamente hablando), lo que los convierte simultáneamente en atractivos y fácilmente aceptables por un amplio conjunto de la población, cuyo consenso transciende los límites ideológicos individuales y subjetivos.


El populismo es una corriente estratégica política, fuertemente vinculada al nacionalismo y a la tecnocracia. Se fundamenta sobre la idea de generar una identidad política colectiva alternativa, capaz de aglutinar mayorías sociales tan amplias como para poder superar a partidos o formaciones que instrumentalicen la tendencia ideológica de corrientes o doctrinas políticas tradicionales. Dicha agregación de voluntades se sustenta sobre la identificación con la pertenencia a la idea de Pueblo; como conjunto común a todos, significante donde cabe todo sujeto que no forme parte del colectivo agonista (antagonista) asignado; contra quien el Pueblo se encuentra enfrentado y confrontado, a través de la estructura dicotómica expresada por el propio discurso populista. De este modo, puede identificarse con la noción de pertenencia al Pueblo todo aquel que no forme parte de la élite, del grupo: social, cultural, étnico, racial, religioso, político, sexual, etc., designado como el agonista, y cuyos intereses necesaria e irremediablemente se contraponen a los del Pueblo, según el relato establecido por quien o quienes marcan y dominan esta corriente estratégica de pensamiento y acción política.


La palabra demagogia proviene del griego; demos- (pueblo) y -ago (dirigir). La demagogia, por su parte, es una táctica dialéctica enfocada en los elementos necesarios encaminados hacia la defensa de un discurso concreto o la destrucción de uno rival. La demagogia prescinde de regirse por parámetros argumentales lógico-racionales, consiste en el uso deliberado de elementos retóricos viciados que apelan a; las emociones, los sentimientos, las pasiones, los prejuicios, el miedo, la ilusión o la esperanza, entre otros muchos, buscando atraer con ello un apoyo no fundamentado sobre propuestas realistas, verídicas o posibilistas, sino sobre aquello que se desea escuchar. De este modo; establecer los términos en que se puede o se debe desarrollar el debate, redefinir el lenguaje, manipular el significado, vaciar significantes o dotar de sentido nuevos significantes o significantes vacíos, omitir información deliberadamente o emplear datos descontextualizados, utilizar falacias y sofismas, demonizar ideas, conceptos, personas o partidos, etc., son algunos ejemplos del recurso a la demagogia.


Mientras que el populismo es una estrategia política, la demagogia es una táctica dialéctica. Mientras que los populistas pueden elegir hacer o no hacer uso de la demagogia en su discurso, los demagogos pueden pertenecer y defender cualquier corriente ideológica o doctrina política más allá del populismo. Mientras que el populismo se concentra en ser capaz de agregar a la mayor cantidad de gente posible bajo un denominador común, la demagogia se centra en el uso del recurso dialéctico fácil, simple y efectivo. En definitiva, pese a sus factores comunes y compartidos; como la aportación de análisis y soluciones simplistas, populismo y demagogia tienden a ser un tándem político que funciona mejor junto que separado, pero que no por ello requiere de ir siempre coaligados, ni mucho menos de significar lo mismo.

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