EL BINOMIO LIBERTAD-IGUALDAD
- Jorge Ocaña
- 14 mar 2020
- 2 Min. de lectura
La correlación ideológica entre la Libertad y la Igualdad es un referente básico que opera como eje que da sentido a la evolución de las ideas políticas a lo largo de toda la Historia.
La libertad es natural, es el estado originario; el estado de naturaleza donde se da, se desarrolla, y se ejerce, donde igualmente reina un desequilibrio instrumental fruto del desarrollo de una propia libertad pura, salvaje e ilimitada; también denominada ocasionalmente libertinaje.
La igualdad por el contrario es artificial, es creada por el Hombre para permitirle convivir en sociedad con sus semejantes, es una ficción que previene la arbitrariedad existente en la naturaleza a base de normas de obligado cumplimiento. La igualdad es la Ley.
La realidad política se mueve en el equilibrio constante entre una Libertad y una Igualdad totales que nunca llegan a darse por completo, es un pulso que fluctúa ligeramente hacia una u otra en un juego de suma cero, donde cuando se conquista un poco más de la una, lo es necesariamente en detrimento de la otra, y viceversa.
En este sentido, existen cuatro sentimientos que juegan un rol fundamental dentro del desarrollo social-emocional de este proceso. Como sentimientos negativos se encuentran el egoísmo y la envidia, su versión positiva serían la ambición y la solidaridad. El egoísmo supone el desarrollo de una tendencia favorable a ultranza de la libertad, mientras que la envidia hace lo propio hacia la igualdad. La ambición, por su parte, es el desarrollo de una tendencia favorable moderada de la libertad, y la solidaridad del mismo modo hacia la igualdad.
En qué medida la tendencia social mayoritaria es capaz de avanzar hacia una mayor libertad o bien hacia una mayor igualdad; aceptando la pérdida de una cuota proporcionalmente inversa, es lo que determina el progreso de una sociedad. De este modo, según la preferencia social mayoritaria por un valor u otro se alcanzan unos objetivos políticos u otros diferentes, convertidos en cambios sociales. El discurso político debe conocer esta realidad, dominarla, y manejar de una forma eficiente los tiempos para ser capaz de imponerse sobre su rival; donde la pérdida de un apoyo social equilibrado puede suponer la hegemonía y, por ende, la imposición de una de las dos tendencias sobre la contraria, hasta el punto de mermar considerablemente el statu quo existente.
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