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CLAVES PARA LA DESACTIVACIÓN DEL CONFLICTO SOCIAL POLITIZADO

  • Jorge Ocaña
  • 21 abr 2020
  • 2 Min. de lectura

Se dan dos causas principales que hacen surgir o permiten avivar el denominado conflicto social a través de su politización, mediante la perversión del concepto de libertad, en contextos donde existe una ausencia de tensión social previa, o bien ésta se encuentra en cantidades ínfimas debidamente aplacada.


La primera de estas dos causas consiste en la politización de la moral. La capacidad de convertir la percepción subjetiva de posiciones vitales personales estructuradas en elementos dicotomizados como buenos/malos, correctos/incorrectos, deseables/rechazables, en opinión generalizada o, peor aún, en opinión susceptible de ser generalizable. Esto supone el intento de conversión de una moral sujeta a un pensamiento ideológico, filosófico, o religioso concreto en una suerte de lógica colectiva falsamente normalizada, falsamente desprovista de contenido ideologizante, y falsamente sujeta a un sentido de coherencia absoluta, sentido común, u opinión general.


La politización de la moral es lo contrario de la moralización de la política. La moralización de la política supondría que el debate político estuviese regido por una serie de valores superiores que guiasen y ayudasen a engrandecer y a ennoblecer la discusión política y parlamentaria; lo que se ha venido a llamar talla política o sentido de Estado. La politización de la moral significa, por el contrario, elevar a la categoría general de bueno, correcto, o deseable elementos y prejuicios de carácter completamente subjetivos, convirtiendo con ello un pensamiento u opinión personal en una “verdad” general, y viceversa con aquello malo, incorrecto, o rechazable.


La segunda de estas dos causas consiste en la conversión en derechos de elementos que requieran para su consecución u obtención de recursos ajenos, incluso en contra de su cesión por parte de sus legítimos propietarios, y aun cuando éstos representasen necesidades objetivas, comunes a todo sujeto; es decir, todo aquello susceptible de ser interpretado como un derecho positivo.


Ambos elementos conjugados; la justificación y la promesa, dan lugar al conflicto social politizado. El único recurso político viable para la desactivación del conflicto social pasa por la desarticulación discursiva de las demandas, la desideologización del relato metapolítico generado, y la despolitización de las soluciones ofertadas en un sentido de mera gestión o administración burocrática, como aquél que imparte justicia desde una posición de superioridad ecuánime y equidistante respecto a las partes.


No existen soluciones como tal, sino meros remedios temporales para tratar de aplacar y disminuir un conflicto social siempre latente, pero no siempre politizado. El mejor resultado es el pragmatismo, que conlleva la asunción de una equidistancia contentativa de optimización en un sentido paretiano, que supone; lo máximo posible a la mayor cantidad posible sin empeorar la situación actual de ninguno. Para ello se requiere de una despolitización desapasionada de los problemas y la desafección, mediante la oferta de resoluciones; realistas, posibilistas, y responsables, fundadas sobre una lógica desideologizada, precisamente gracias, en buena medida, a su ecuanimidad.

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