DESTRUIR Y DECONSTRUIR
- Jorge Ocaña
- 8 oct 2018
- 1 Min. de lectura
Existen tres términos cuya función primordial es identificar conceptos ligados al ámbito de la arquitectura, pero que precisamente por su relevancia funcional conllevan una importante carga intrínseca cuya utilidad supera ampliamente esta materia.
Las palabras destruir y demoler provienen ambas del latín; destruĕre y demolīri, respectivamente. Según la RAE, demoler es; derribar, inutilizar o arruinar, mientras que destruir lo define como; reducir a pedazos o a cenizas algo material, u ocasionarle un grave daño.
Por su parte, la palabra deconstruir viene del francés; déconstruire. La RAE lo define como; deshacer analíticamente los elementos que constituyen una estructura conceptual.
De este modo, mientras que la demolición supone una forma de destrucción, la deconstrucción conlleva deshacer de forma premeditada. A pesar de que tal vez la finalidad de los tres conceptos sea la misma, no lo es en absoluto su forma de proceder, donde reside realmente la importancia que los diferencia. Tanto la demolición como la destrucción no contemplan el proceso en tanto en cuanto se alcance el objetivo final que no es otro que “arruinar”; reducir a ruinas, “derribar”; hacer caer, “inutilizar”; imposibilitar su uso. En cambio, la deconstrucción conlleva un procedimiento mucho más lento, complejo y tedioso, donde se revierte el proceso de creación paso por paso a la inversa hasta volver al estado originario.
Arquitectónicamente hablando cada concepto cobra sentido en un momento concreto y para una función determinada. Ideológicamente, ambos conceptos marcan la diferencia entre asentar un nuevo pensamiento con capacidad para sedimentar y ser fructífero en mente ajena o el recurso a una vía rápida pero que nunca termina.
Comentarios