EGOÍSMO Y AMBICIÓN
- Jorge Ocaña
- 21 jun 2018
- 2 Min. de lectura
Los términos egoísmo y ambición han sido frecuentemente empleados de forma intercambiada apareciendo como una especie de sinónimos, cuando realmente ambos constituyen parte de un mismo todo, conformando las dos caras de una misma moneda, y siendo dos palabras que denotan la idea opuesta de un mismo concepto, que se complementan y se dan sentido precisamente diferenciándose.
La palabra egoísmo proviene del latín. El egoísmo puede ser definido como; la tendencia hacia el ego, la doctrina personal que gira en torno al yo, a uno mismo. En este sentido, tiene una clara relación con el narcisismo, aunque en este caso ese amor propio se centre más sobre una cuestión estética o una cualidad física que sobre las habilidades, facultades o el interés personal de cualquier tipo, frente al resto. El egoísmo es por tanto equiparación constante del yo frente al ellos, con la finalidad de que el yo quede en todo momento por encima del ellos, aún cuando esto difiriese de la realidad.
La palabra ambición, a su vez, también viene del latín. La ambición entraña deseo, y se encuentra irremediablemente unida a la palabra superación. La ambición también supone comparación pero, a diferencia del egoísmo, esa comparación es siempre del yo con el propio yo, nunca frente al ellos.
De este modo, el egoísmo hace referencia a una connotación peyorativa de la idea de amor propio, mientras que al contrario, la ambición tiene una acepción positiva. El egoísmo conlleva rasgos proteccionistas de lo propio frente a los demás, lo que implica una continua mirada hacia el exterior y una constante comparación con su alrededor en una posición defensiva. La ambición, por su parte, constituye un afán eterno, sustentado sobre el amor propio, por la superación personal de ese yo (ego). Una superación del yo actual sobre el yo pasado, que da lugar al yo futuro, donde en ningún momento es necesaria la aparición de elemento alguno de carácter externo, ya que únicamente es imprescindible el ego sobre el que pivota necesariamente el barómetro que mide el registro indispensable para alcanzar la superación. Ser consciente de que tu mayor rival eres siempre tú mismo.
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