FIDELIDAD Y LEALTAD
- Jorge Ocaña
- 21 jul 2017
- 2 Min. de lectura
Los términos fidelidad y lealtad se identifican conceptualmente como sinónimos a pesar de que originariamente conllevan matices diferenciales en lo que se refiere a su esencia.
La palabra fiel proviene del latín; fidēlis. Conlleva una fuerte carga espiritual que lo relaciona con la religión. La fidelidad constituye un vínculo entre aquel que cree, con aquello en lo que cree. Se trata de un sometimiento voluntario a un poder celestial, divino o supraterrenal.
La palabra leal proviene del latín; legālis. Tiene una carga político-jurídica que la liga al derecho, a la ley, a su obediencia, guarda y cumplimiento. La lealtad es la subordinación voluntaria a un poder terrenal que es aceptado. La capacidad consistente en la fuerza moral para cumplir las promesas y pactos a los que previa y voluntariamente uno se ha atado.
Ambos términos hacen referencia a la guarda del rigor y la verdad, la honra y el orgullo por el cumplimiento de la palabra dada que supone la rectitud, o de seguir a aquello en lo que se cree. Pero, ¿es la quiebra del pacto, y por tanto de la palabra, lo que convierte la deslealtad en un acto infiel?, ¿o bien lo es actuar de un modo contrario a nuestra conciencia y moral, y por tanto romper con aquello en lo que un día se creyó, lo que hace que la infidelidad sea desleal?
La promesa constituye un acto que supone la adopción de unos compromisos a cumplir en un futuro cuya incertidumbre es inerradicable y sus circunstancias desconocidas, siendo asumidos bajo las circunstancias del ahora. Quien se compromete lo hace en unos términos que habrán de mantenerse a pesar de los cambios, y es por ello que contempla actuar en adelante como hoy lo hubiera hecho, a pesar de que el contexto en que se encuentre ya no sea el mismo. Lo que motiva el cumplimiento de lo prometido es la determinación de erigir la existencia en cada momento de acuerdo al propósito trazado de antemano cuando se otorgó su palabra.
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