APRENDER A DUDAR
- Jorge Ocaña
- 21 ene 2018
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 20 sept 2020
Dudar, no solo conlleva poner en cuestión el consenso (mainstream), criticar el pensamiento único, o ir a contracorriente. Dudar supone contravenir incluso, y sobre todo, a aquellas opiniones que desacreditan a las mayoritarias con el mero fin de substituirlas.
La senda de la duda no significa vivir en un estado constante de relativismo absoluto. Lo que implicaría la inexistencia de realidad objetiva o verdad. No se niega, por tanto, la existencia de ésta, sino que simplemente se incita a seguir investigando a partir de la crítica y la duda, utilizadas como herramientas para dar con ella. Este proceso entraña varias dificultades.
Por un lado, se encuentra la problemática de querer o creer dar por finalizado el proceso. Es decir, no existe algo tal como; alcanzar la luz al final del túnel, ni respuestas a todas las preguntas. No hay previsiblemente visos de lograr una verdad absoluta o universal liberadora, algo así como un estado de reposo o confort, no al menos de forma permanente. Si bien es cierto que a medida que se obtienen ciertas certezas y se afianza una posición, la búsqueda se relaja, al menos temporalmente.
Por otro lado, está la lucha contra las propias creencias o ideas preconcebidas, tanto internas (sesgo de confirmación) como de aquellos que nos rodean (efecto de arrastre), con los que previsiblemente habríamos de estar de acuerdo; familia, amigos, compañeros, con el posible distanciamiento de ellos que esto suele generar. La complejidad aquí se encuentra primero en aceptar esta discrepancia como algo natural e inherente al proceso, y después en asumirla para prevenir y soslayar las confrontaciones con ellos, rehuyendo las discusiones estériles.
Otro impedimento añadido, que choca frontalmente con la vanidad humana, es la capacidad de reconocer el propio desconocimiento en diversas cuestiones y materias. Frente a esa pulsión todológica omnipresente a día de hoy, en buena medida gracias a las posibilidades que Internet oferta, se encuentra la dificultad de admitir la duda. Algo tan sencillo, pero a la vez tan complicado e inusual, como decir: “no lo sé”.
Si ya de por sí es complejo no conformarse con lo aprendido al alcanzar un punto álgido de conocimiento, más difícil todavía es no instalarse en él de forma permanente cuando se tiene una sólida teoría que lo respalda, y quienes nos rodean también empiezan a compartirlo. Y mucho más excepcional aún es ser capaces de mantener la humildad de reconocer nuestro desconocimiento sobre buena parte de esa disciplina.
Existen un par de ejemplos fílmicos, que muestran dos escenas en las cuales se hace gala con gran acierto de lo mejor del pensamiento expuesto.
La Teoría (o regla) del décimo hombre que aparece en la película; Guerra mundial Z (2013), queda descrita con meridiana claridad durante el diálogo que se reproduce a continuación entre el protagonista Gerard Lane; miembro de la ONU, y Jurgen Warmbrunn; agente del Mossad.
- La mayor parte de la gente no cree que algo pueda ocurrir, hasta que ya ha ocurrido. No es por estupidez o debilidad, es la condición humana.
- ¿Cómo lo supieron?
- Gerard Lane; escribió una crítica autodestructiva contra su empresa; la ONU, en 2010. Levantó ampollas. Truncó su carrera. Creí que respondería escribiendo un libro en plan autobombo.
- Nunca ha sido mi estilo. ¿Cómo se enteró Israel?
- Interceptamos un comunicado de un general Indio en el que decía que estaban luchando contra los rakshasa. Traducción; zombies. Técnicamente, no muertos.
- Jurgen Warmbrunn; funcionario de alto rango en el Mossad, se le describe como un hombre sobrio, eficiente, no demasiado imaginativo. Y sin embargo, levantaron un muro porque leyó un comunicado en el que aparecía la palabra “zombie”.
- Bueno, dicho de ese modo yo también sería escéptico. En los años 30 los judíos se negaron a creer que los podían enviar a campos de concentración. En el 72 nos negamos a aceptar que nos iban a masacrar en los Juegos Olímpicos. En septiembre de 1973 vimos movimientos de tropas árabes y decidimos que no representaban una amenaza. Bueno, un mes después nos atacaron y casi nos echan al mar. Así que decidimos hacer un cambio.
- ¿Un cambio?
- El décimo hombre. Si nueve de nosotros ante la misma información llegamos a la misma conclusión, el décimo hombre está obligado a disentir, y da igual lo inverosímil que pueda parecer. El décimo hombre tiene que indagar dando por supuesto que los otros nueve se equivocan.
- Y usted era el décimo hombre.
- Exacto. Dado que todos suponían que la mención a los zombies era un pretexto para otra cosa, yo empecé a investigar partiendo del supuesto de que cuando decían zombies, querían decir zombies.
- ¿El paciente cero era de la India?
- Ese es el problema. Hay tantas fuentes potenciales en juego que nadie sabe dónde empezó. El tráfico de órganos en Alemania, extraños ejemplos de conducta violenta en las penínsulas asiáticas… Y entre tanto la plaga zombie se sigue extendiendo, y hacemos lo que podemos. Las puertas de la salvación de Jerusalén. Dos de los diez portales con los que el Israel fortificado se ha protegido.
- Dejan entrar a la gente.
- A cada ser humano que salvamos es un zombie menos que combatir.
En la película Doce hombres sin piedad (1957), un jurado compuesto por doce personas se reúne para deliberar acerca de la culpabilidad o inocencia del hombre al que se juzga y deciden votar en conciencia. A continuación se reproduce la conversación que tiene lugar.
- Entonces, todos sabemos que tenemos un caso de homicidio en primer grado, y si consideramos culpable al acusado le enviaremos a la silla eléctrica. Es ineludible según el juez.
- Sí, lo sabemos.
- Expongamos nuestra opinión.
- Eso es lo justo.
- Bien, ¿hay alguien que no quiera votar? En cualquier caso deben recordar que el resultado debe alcanzarse por unanimidad. Así es la ley. ¿Están todos listos? Los que le consideren culpable, levanten la mano. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete,... ocho, nueve, diez, once. Once han votado culpable. ¿Alguno vota inocente? Uno, muy bien. Once “culpable”, y uno “inocente”. En fin, es un comienzo.
- Hay que fastidiarse, siempre tiene que haber uno.
- Bueno, y ¿ahora qué pasa?
- Tendremos que hablar.
- Siempre la misma historia.
- ¿Así que inocente, eh?
- No lo sé.
“Yo no discuto nunca con nacionalistas, como no discuto tampoco con antitaurinos. Eso también es una norma. Porque entiendo que en la actitud del antitaurino siempre hay una parte fanática. Porque él cree que tiene razón. Y yo como taurino creo a veces, tengo dudas, sobre mis razones. Es decir, asisto a la plaza y pienso; ¿es moral?, ¿es ético lo que estoy ayudando a promover?, ¿o no? O sea, yo siempre tengo mis dudas, él no tiene. Ésta es la diferencia. Por tanto, no hay discusión posible. El fanatismo tiene este problema.” Albert Boadella
- Referencias:
Tª del décimo hombre. Guerra mundial Z (2013) https://www.youtube.com/watch?v=ybWvgL3kJYo
Doce hombres sin piedad (1957) https://www.youtube.com/watch?v=vFXBcxMGWCQ
Albert Boadella. “Diez razones para mi traición a la tribu” 24/11/15 (Minuto 44:50) https://www.youtube.com/watch?v=YziEWSt5-p8
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