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GRATUIDAD Y SOLIDARIDAD

  • Jorge Ocaña
  • 31 oct 2016
  • 3 Min. de lectura

Es común hoy en día leer en programas de partidos políticos promesas sobre la gratuidad de servicios públicos, o escuchar reivindicaciones populares acerca de la oferta de prestaciones públicas gratuitas, u oír decir directamente de la boca de una Ministra de Cultura de España en 2004 literalmente que “el dinero público no es de nadie”.


La palabra gratuito o gratis es uno de los términos peor utilizados. Se trata de un eufemismo empleado para ocultar el pago diferido de un bien o servicio del que se disfruta. Por definición, solo pueden ser gratuitos todos aquellos recursos, bienes o servicios que no sean escasos ni requieran de un coste de producción, y que, por tanto, no sea necesaria su asignación a fines concretos y limitados por no existir un problema de carencia para su distribución. Siempre que ese coste sea asumido por alguien, voluntariamente o no, distinto de quien disfrute del bien, ese bien no podrá ser denominado gratuito.


Aunque no se abone un bien o servicio en el momento en que uno se beneficia de él, hay que tener un poco de perspicacia para cuestionarse de dónde se están extrayendo los recursos necesarios para financiarlo. Los profesionales, las infraestructuras e instalaciones, la luz, agua, gas y limpieza para poder mantenerlo en funcionamiento, los materiales usados por dichos profesionales, etc., todo ello requiere de un coste, y negarlo o ignorarlo como hizo la Ministra es una falta de respeto hacia todos los contribuyentes que lo están sosteniendo con el esfuerzo de una parte de su renta.


Nada o casi nada de lo que llamamos gratuito es realmente gratis, es decir, aquello de lo que disfrutamos no está exento de un coste para producirlo, necesario para poder beneficiarse de ello. El hecho de que no se pague (o no se vea el pago directamente) por un bien que se consume o un servicio que se utiliza no implica que éstos sean gratuitos, sino que están siendo financiados o bien de forma anticipada por vía fiscal, o bien por un tercero ajeno a quien se está beneficiando de ello, o bien mediante deuda dejándose a deber para mañana el gasto de lo que se disfruta hoy.


Si quien disfruta de un bien o servicio es aquel que lo sufraga mediante su contribución tributaria es una incoherencia llamarlo gratuito, cuando en realidad es un pago anticipado. Si quien lo disfruta es alguien ajeno a quien lo financia, entonces la palabra gratis se convierte en un eufemismo que se puede traducir como: “que lo pague otro que no sea yo”.


A veces suele confundirse la palabra público con gratuito. Público significa abierto para todos y costeado por todos, no costeado por nadie o sin coste. Siempre hay alguien que paga todo aquello de lo que se disfruta.


Otra de las palabras que se encuentra desvirtuada en estrecha relación con este concepto es la de solidaridad. Se puede definir la solidaridad como una contribución voluntaria de un sujeto a una causa, empresa o fin, por su filiación personal o moral hacia la misma, su adhesión desinteresada e incondicional, y su creencia en ella.


Realizar una conducta considerada como solidaria debiera implicar que surge de forma espontánea del sujeto que la lleva a cabo, pues si ésta se desarrolla de forma forzada a causa de una coacción externa, por definición, no debiera llamarse a eso solidaridad. La solidaridad por principio no puede ser impuesta, tiene que salir de quien realiza el acto solidario. Es fácil ser “solidario” con el dinero de los demás, lo verdaderamente admirable es serlo con el propio. Esto lleva a cuestionarse en qué medida puede calificarse un sistema recaudatorito impositivo como “solidario”.


Tan eufemístico es denominar un sistema tributario impositivo como; “solidario”, como lo es llamar a lo que se costee con esa recaudación; “gratuito”.


Mientras haya ciudadanos que crean que los servicios que presta el Gobierno son “gratis”, y no que están costeados con los impuestos que ellos mismos pagan día tras día, no es de extrañar que continúen existiendo políticos dispuestos a apropiarse de esos recursos que, en palabras de la Ministra; “no son de nadie”.


No hay nada más caro en este mundo que lo gratuito.” The Wire


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