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INJUSTICIA Y DESGRACIA

  • Jorge Ocaña
  • 21 feb 2017
  • 3 Min. de lectura

Existen dos términos que describen realidades originariamente diferentes, pero que a menudo se utilizan conceptualmente de forma errónea como sinónimos para evocar una misma situación. Fundamentalmente se suele utilizar la palabra injusticia para describir hechos que formalmente no son injustos, sino desgracias.


Para entender la diferencia entre estos dos términos es imprescindible conocer y comprender los conceptos de culpabilidad y responsabilidad. La culpabilidad es un concepto jurídico propio de la teoría general del delito que sirve para dilucidar y, en su caso, asignar, la responsabilidad penal de un sujeto en la comisión de una acción considerada como típica y antijurídica (contraria al Derecho y a la Ley, e injustificable). Por tanto, la culpabilidad y la responsabilidad nunca pueden ser de carácter impersonal.


Los términos injusticia y antijuridicidad no son sinónimos. La injusticia no es un concepto legal proveniente del ámbito jurídico, sino que sirve para designar acciones ajenas a este campo. Aunque puede darse la situación de que actos injustos sean a su vez acciones antijurídicas.


Una injusticia constituye un acto premeditado y deliberado en su ejecución, siendo consciente o no quien lo realiza de los efectos desiguales de su resultado, lo que convierte su justificación en inexistente o en contraria al principio de igualdad entre las partes. Precisamente, por ser una acción ejecutada por un sujeto, cabe la posibilidad de que no haya objetividad en ella, independientemente de que se desee o no la consecución de un resultado desigual. En caso de que hubiese voluntad de alcanzar un resultado desigual a sabiendas, podría existir culpa en el actor responsable de la ejecución de la acción. De este modo; otorgar un premio a una persona y no a otra cuando ambos hubieran hecho méritos idénticos, seleccionar a uno sobre otro justificando la decisión en una cualidad que ambos poseen en igualdad, anteponer a alguien por una característica que comparte con otros, etc., son ejemplos de injusticias. No por la decisión, sino por su justificación y los efectos que ésta produce.


Una desgracia es un hecho fortuito y casual, que ocurre de forma espontánea y natural, no es premeditado, deliberado, ni deseado por nadie, ya que no se encuentra sujeto a la capacidad decisoria subjetiva de ningún individuo, y cuyas consecuencias, que resultan ser fatídicas, escapan al control y voluntad tanto del afectado como de los demás. Por ser un hecho accidental e involuntario la responsabilidad, en caso de haberla, solo puede recaer sobre el propio individuo que lo sufre y, por ello, no cabe la existencia de culpabilidad. Así, la enfermedad, los accidentes, la muerte, las consecuencias derivadas de la toma de decisiones erróneas que nos afectan directa y personalmente, etc., son todas ellas, entre otras muchas, ejemplos de desgracias.


Se da una injusticia cuando a igualdad de circunstancias y condiciones requeridas para alcanzar un resultado determinado entre dos o más partes, una o varias de ellas no lo obtienen por una arbitrariedad injustificable en la adjudicación, provocando con ello un trato desigual de forma deliberada. Mientras que una desgracia se da cuando alguien sufre un hecho súbito sin la intervención de ningún sujeto, y que excede la capacidad de su control por nadie, salvo circunstancialmente por sí mismo.


La importancia de su diferenciación no reside en que el resultado sea adverso para una o varias partes, eso ocurre tanto en las injusticias como en las desgracias. Lo verdaderamente relevante son las causas, diferentes en ambas, que han conllevado unos efectos u otros: a) la existencia o no de intervención humana, b) la objetividad o subjetividad del resultado, c) los efectos provocados por el resultado debidos al ejercicio de la capacidad de desvirtuación individual y condicionados por la interferencia de una elección subjetiva, y d) la incapacidad de justificación racional del resultado obtenido.


Para tratar de justificar la realidad cotidiana y la situación vital en que estamos inmersos, y poder así vivir en paz con nosotros mismos y nuestra conciencia, se buscan culpables a quienes responsabilizar de aquello que nos desagrada de lo que nos ocurre. Muchos sujetos que se sienten descontentos consigo mismos, es decir, que la persona que son no concuerda con la que querrían ser o creen que deberían o merecen ser, son propensas al victimismo. Por ello, a diario se disfrazan desgracias de injusticias con la triste finalidad de encontrar un tercero a quien poder culpabilizar de una situación que sufrimos, que o bien no tiene responsable o en muchas ocasiones ese somos nosotros mismos.

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